Tuesday, November 29, 2011

Héctor Mendoza


Autor dramático, director de escena y profesor. Nació en Apaseo, Guanajuato, el 10 de julio de 1932.

Estudió Literatura Española en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sin obtener el grado.
Además realizó estudios en la Escuela de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Ha sido considerado precursor del teatro de vanguardia, a quien uno de sus tantos discípulos [Sergio Jiménez], describió así: “Héctor Mendoza es la punta de lanza de la evolución teatral en México, es un maestro de maestros.

-En 1951 escribió Ahogados, por la que obtuvo el primer premio de las Fiestas de Primavera, luego de haberla presentado en el legendario teatro Colón.

-En 1953 se estrenó su obra Las cosas simples bajo la dirección de Celestino Gorostiza. Esta comedia recibió el premio Juan Ruiz de Alarcón, que otorga la crítica especializada, y por la cual, Mendoza recibió por primera vez la beca del Centro Mexicano de Escritores (CME / 1953-1954). Los proyectos teatrales que propuso fueron: El Tobogán y Las iluminaciones. En la segunda ocasión que recibió la beca del CME (1962-1963), se proponía escribir una novela: “he procurado guardar una distancia respetuosa y discreta que ahora me estoy decidiendo a transponer, empujado por no se que impulso temerario y profanador. Me interesa la novela psicológica, ese es el género que yo quisiera intentar”

-Con apenas 22 años cumplidos, coordinó el teatro infantil de la UNAM por encargo de Carlos Solórzano y en 1955 dirigió La pesadilla o Las costumbres de antaño, de Manuel Eduardo de Gorostiza, en la que actuó Juan José Gurrola, entonces alumno de la Facultad de Arquitectura.

-En 1956 participó como director de escena en el proyecto Poesía en voz alta, en el que participaron Octavio Paz y Juan José Arreola, en la creación literaria, y Juan Soriano y Leonora Carrigton en la creación escenográfica.

-Entre 1957 y 1958 Héctor Mendoza permanece en Estados Unidos gracias a la beca de la Fundación Rockefeller.

-Estudió en el Actor´s Studio de Nueva York y se convirtió en alumno del mimo Etienne Decroux (maestro de Marcel Marceu).

-De regreso a México dirigió Arpas blancas… conejos dorados obras, de Luisa Josefina Hernández (estrenada en 1959); El relojero de Córdoba, de Emilio Carballido (estrenada en 1960) y Don Gil de las calzas verdes, de Tirso de Molina (estrenada en 1966).

A principio de los años sesenta creó un taller de actuación en la Casa de Lago y para 1987, junto con Julio Castillo, fundó el Núcleo de Estudios Teatrales. El dramaturgo Héctor Mendoza escribió varias piezas teatrales, entre ellas: Salpícamente de amor (1964), Los asesinos ciegos (1969), Las gallinas matemáticas (1981), Noches islámicas (1982), El día en que murió el señor Bernal dejándonos desamparados (1985) y La desconfianza (1990). También escribió versiones personales de textos clásicos: Reso, basada en Homero y Eurípides (estrenada en 1974. Teatro Granero). “Esta obra fue a Belgrado y Praga, donde ganó el Premio de la Crítica como la mejor obra de búsqueda”.

Héctor Mendoza montó obras de Tirso de Molina, Lope de Vega, Fray Luis de León, Eduardo Manet, Salvador Novo, Óscar Liera, Sabina Berman y de su autoría, como Las cosas simples (1953) y Juicio suspendido (1993), que enmarcan una vida dedicada a los escenarios.

Su incursión en el cine fue en el Primer Concurso de Cine Experimental, con la dirección de la cinta Amor, amor, amor / La Sunamita (1965). Donde también participó como guionista, junto con Juan García Ponce e Inés Arredondo. Por otro lado, su obra Las cosas simples sirvió de argumento para la película Peligros de juventud (Dir. Benito Alazraki, 1959).



Héctor Mendoza

“Desde luego, la universidad es mi casa, yo soy de teatro universitario.

En efecto, la Universidad Nacional Autónoma de México representa el primer acercamiento al joven Héctor Mendoza al teatro, medio del cual, nunca se ha alejado…

“Yo realmente entré en contacto con la Facultad antes de terminar la preparatoria supe por Carlos Ancira que había clases de teatro, estaba Enrique Ruelas dando actuación, Fernando Wagner dirección escénica y Rodolfo Usigli composición dramática. Entonces me vine para acá, de momento sentí que me interesaba mas la clase de Ruelas y la clase de Wagner, no tuvieron la menor objeción por dejarme entrar y comencé a acudir en la que entonces era la Facultad de Filosofía y Letras en Mascarones, allá por Rivera de San Cosme y después también quise entrar a la de Rodolfo Usigli, aunque Usigli me daba un poco de miedo y mi miedo o era injustificado o se lo transmití y me dijo “largo de aquí”. Yo tenía 18 años y entonces a lo mejor tenía razón yo era demasiado chico y no tenía la experiencia suficiente para asistir a sus clases así que no asistí a las clases de Rodolfo Usigli y en cambio asistí a las de Ruelas y Wagner. Wagner era un hombre verdaderamente magnífico, tenía un conocimiento del teatro muy amplio, muy extraordinario, tiene por ahí un libro que es uno de los mejores libros de teatro que se han escrito en el mundo, y creo que aproveche muchísimo sus clases. Puede ser que de no haber sido por las clases de Fernando Wagner, yo jamás me hubiera atrevido a meterme a la dirección, pero las clases de Fernando Wagner fueron verdaderamente iluminantes.
Así empecé yo en la Facultad de Filosofía y Letras, incluso después ya habiendo salido de la preparatoria yo no me inscribir aquí, me fui a la escuela de ciencias políticas a estudiar la carrera de diplomacia. No, no la aguanté, estuve un año, no aguante esa carrera, dije ¿qué hago aquí?, esto no es lo mío, entonces finalmente vine a dar a la Facultad de Filosofía y Letras, no había carrera de teatro, seguían estando estas tres clases solas y lo que hice fue cursar la carrera de Literatura Española, no me recibí, pero casi terminé la carrera y solo como clases especiales, como clases optativas tomé, las que ya venía tomando, además de una clase verdaderamente muy interesante que era de crítica que daba Alan Louis, un maestro que vino a sumarse a los pocos maestros que había de teatro y muy bien, muy interesante, nos hicimos buenos amigos Alan Luis y yo. Era un hombre muy joven y no fue sino hasta después, ya cuando casi había terminado mi carrera de Literatura Española que se hizo la carrera de Literatura Dramática y Teatro, ya no me tocó esa época, así que yo no vi nacer esa carrera sino ya como maestro posteriormente. Empecé siendo adjunto de Fernando Wagner y pronto me dejó dar la clase porque el tenía compromisos, estaba muy metido en televisión y otras cosas, entonces yo de pronto daba su clase. Uno de los alumnos de la clase era Ludwik Margules y ahí nos hicimos buenos amigos Margules y yo. Ya hacía los años 70 fue que vine ya a quedarme a dar clases en la Facultad de Filosofía y Letras, ya hace treinta y tantos años que estoy aquí dando clases.
Antes de que yo fuera maestro en la facultad me llamó 
Jaime García Terres a ocupar un pequeño puesto que era el de Coordinador del Teatro Universitario, bajo las órdenes de Carlos Solórzano, que era quien llevaba el teatro universitario, el se encargaba de la parte mas profesional del teatro y a mi me dejaba organizar los grupos estudiantiles y de hecho fue ahí, como fallando Enrique Ruelas en una de las direcciones tomé su lugar y dirigí yo por primera vez al grupo de la Facultad de Arquitectura en donde estaba Juan José Gurrola, de ahí me lo lleve a Poesía en voz alta, que vino casi inmediatamente después y después de independizó y, se hizo un director famoso. Yo seguía vinculado a la universidad desde el punto de vista administrativo y vino este plan de hacer Poesía en voz alta, me pidieron que me uniera a el, yo conocía a Juan José Arreola porque habíamos sido compañeros de beca en el Centro Mexicano de Escritores, ya éramos buenos amigos, me recibió muy bien, yo hice cuatro programas de Poesía en voz alta y al mismo tiempo seguía siendo funcionario en la universidad, pero no fue sino hasta mucho después, yo me fui dos años a los Estados Unidos con una beca de la fundación Rockefeller y cuando regresé con Max Aub, entonces director de Radio Universidad, fui su subdirector y estuve, como tres años. En esa misma época hice Don Gil de las calzas verdes, todo cuestión universitaria, por todos lados era universidad, todo lo que hacía era universidad. Aquello se acabó y no fue sino algunos años mas tarde que me encargué de la Coordinación del Departamento de Teatro de Difusión Cultural, cuando Héctor Azar dejo ese puesto entré yo a hacerme cargo, quien me llamó fue Gastón García Cantú, estuve a cargo del teatro universitario aproximadamente seis años.


Fundé como escuela para actores el Centro Universitario de Teatro, el CUT e hice muy buenas temporadas de teatro, tanto estudiantil universitario como teatro del todo profesional en el ya desparecido teatro de la Universidad, que había sido el teatro Arcos Caracol en Avenida Chapultepec. Temporadas muy exitosas, el publico finalmente llenó el teatro, le empezó a interesar muchísimo el teatro cultural que hacíamos en la universidad y siento que fue una muy, muy buena época.

Tal vez antes de eso también hubo una buena época, maravillosa, yo no tenía puesto alguno en la universidad pero José Luis Ibáñez, Juan José Gurrola y yo nos acercamos a la Casa del Lago y comenzamos a hacer teatro y también fue una época espléndida, teníamos una rivalidad muy saludable los tres, e hicimos cosas muy, muy bien, fue una gran época, una época brillantísima de la Casa del Lago”.

Con él se instaura, verifica y triunfa el concepto de puesta en escena; es el primer director moderno de México. Con el, se inicia el transito del dramaturgo literario decimonónico al dramaturgo del espectáculo de las nuevas fronteras de la teatralidad.

“Yo no tengo la menor idea de cómo surgen las cosas, de pronto ahí están y uno las agarra como se van dejando hacer y ya, ahí sale algo que a lo mejor se planeo del todo. A mi me repiten mucho esa pregunta, ¿cómo surge la creación artística? Y de veras que no lo se, me pongo a meditarlo y no encuentro como”. Con el, se realiza la recuperación de la tradición que impulsa la vanguardia, la lectura moderna de los clásicos. En el, se imprime en México, el hombre de teatro contemporáneo, el artista total del teatro. Nada del teatro le es ajeno: dramaturgia, puesta en escena, Mester de la actuación, espacio, música, luz, voz, coreografía, tramoya, producción, pedagogía, público, critica... Con el se abren los senderos de una escuela mexicana de actuación; de sus manos surgen los actores mas consistentes del teatro, el cine y la televisión.


Surgió del triunfo de Poesía en Voz Alta, confabulación ejemplar que mas allá de sus manifiestos, renovó la escena al recuperar los textos clásicos a través de una audacia irrespetuosa que los resucitaba a la vida del presente y los libraba del sarcófago museal en el que eran expuestos, como mercancía del pasado. “Sobre todo para el teatro mexicano como puesta en escena, no para el teatro mexicano como dramaturgia, porque el teatro mexicano dramaturgia se sintieron al contrario, muy desplazados, es decir, sintieron que Poesía en voz alta los hacia un lado, que eso que nosotros hacíamos era no darle importancia realmente al escritor, sino utilizar el texto como pretexto, entonces si, desde un punto de vista de puesta en escena si fue importante pero como dramaturgia no. Como dramaturgia había sido ya importante un poco antes con, en realidad con un movimiento en el que yo participe que era Emilio Carballido, Sergio Magaña, Luisa Josefina Hernández, Jorge Ibargüengoitia y yo como el mas chico de todos, pero todos éramos jóvenes que empezábamos a hacer una dramaturgia, otra, distinta, pero la verdad no tan, tan revolucionaria como lo fue después Poesía en voz alta en su terreno. Lo que nosotros hicimos fue importante, fue muy importante, sigue siendo importante, ya muy superado en este momento y en cambio lo que se descubrió con Poesía en voz alta, del todo, del todo superado no está, todavía sigue por ahí, en las cosas que vemos, sobre todo las cosas de los jóvenes, tienen mucho que ver con Poesía en voz alta”.



Quizá mas que nada, Héctor Mendoza conoce y ama al actor, ese ser que sabe exagerar con su alma y su cuerpo, ese paradójico ser que suele ocultarse cuando debe aparecer y que cuando debe ocultarse se delata, ese milagroso ser que encuentra suficiente luz en las tinieblas, "sustancia inflamable" que Mendoza sabe obtener con rara virtud de audacia y prudencia. Con paciencia proverbial, con curiosidad infatigable, lo observa durante horas, todos los días de todos los meses de todos los años.

Y se sigue asombrando y divirtiendo. El humor refinado de Mendoza se templa en el aburrimiento vivificante de muchos ensayos; consigue hacer de un ensayo la ocasión decisiva en la que las cosas suceden por primera vez, por única vez, cada vez. Lo que lo sostiene y no lo cansa nunca debe ser algo entre el yugo y el vicio: la pasión.

“Yo siento que en el teatro, el teatro, el teatro que es este conjunto de elementos, por una parte, el texto; por otra parte, la dirección escénica, los actores, la escenografía, el vestuario, luces, etc. Es un conjunto de elementos para crear un todo, la obra de arte, siento que dentro de este todo, lo que es mas importante es el actor, porque el actor es imprescindible, siento que todos los demás elementos son prescindibles, el director es prescindible, de hecho el director ni siquiera existía hasta hace muy poco, el director de escena es una invención de hace, no se, poquísimo tiempo, menos de un siglo, creo.

El escritor, pues todo depende de la habilidad del actor, porque yo siento que el actor puede improvisar, escribir el mismo sus textos en el momento de actuar, muchas de las clases que damos los maestros de actuación están basadas en la improvisación, por lo tanto el actor bien entrenado es un actor que sabe improvisar y por lo tanto podría prescindir del dramaturgo. Y bueno, pues de todo lo demás, la escenografía, el vestuario, la música, las luces, todo es mas o menos prescindible, de lo que no se puede prescindir es del actor, si esta el actor ay teatro, si no hay actor, no hay teatro”.


Este intenso hombre de teatro, con mas de medio siglo de ejercicio ininterrumpido, compartió sus apreciaciones sobre como el teatro ha logrado sobrevivir.

”Me fui dando cuenta, poco a poco, me costó trabajo, darme cuenta, poco a poco, que el teatro sigue siendo la idea, sigue siendo la palabra, sigue siendo el texto. Y finalmente eso ha ido ganando y al ser el texto también es la actuación, de momento a mi me interesa el texto y me interesa la actuación porque los veo como un todo como una cosa que se complementa una a la otra y tanto mi preocupación por la actuación como mi preocupación por las ideas en escena van de la mano.

Siempre hemos dicho que el teatro es parte de una ficción, como lo es la literatura, la novelística, como lo es el cine también, como lo es la televisión.

El teatro lo es desde sus principios, es decir, nuestra misión primordial era el contar historias con el propósito básico de divertir, y sin embargo ahora el teatro se ha quedado un poco atrás en este contar historias, la novelística sigue contándolas a su manera, no tiene competencia, no ha tenido competencia, pero el teatro si, el teatro tuvo la gran competencia primero del cine, el cine empezó a contar mejor las historias, mucho mejor que el teatro y luego finalmente la televisión, que aun cuando no las cuenta mejor si las cuenta a un publico mayoritario, a un publico masivo, alcanza a donde ya desde luego que el teatro, ni el cine alcanzan en cuanto al número de espectadores.

Entonces el teatro ¿ya que hace?, ¿ya qué tiene que hacer?, el cine cuenta mejor las historias, la televisión las cuenta mas y que teatro ¿Qué hace?

En realidad yo desde mis comienzos en el teatro sentí que había una batalla perdida porque nosotros en el teatro siempre, lo que hemos querido es contar historias, esto es lo que ha sido el teatro desde siempre, un contador de historias, es una biblia pauperum, como diría Strindberg, es decir, el libro de los pobres porque el que no sabe leer va al teatro y entiende, es decir, ahí esta, ahí están los conocimientos para quien no lee, no solo para el analfabeta sino para el que no lee, esos si son muchísimos, entonces ahí está, el teatro era eso, pero viene el cine, y al llegar el cine, cuando yo entro al teatro el cine hace mucho que está ahí, y el cine se convierte en un mejor contador de historias por su tecnología como el close up, el acercamiento a los actores, que esto no lo podemos hacer en el teatro, ese cambio tan rápido de lugar mediante el intercorte, que tampoco podemos hacer en el teatro, en el teatro tenemos que bajar el telón, cambiar la escenografía, martillazos, 10 minutos y finalmente se abre el telón para estar en otro lugar, etc. Es decir, el cine nos llevaba, con mucho, las de ganar contando una historia, pero estamos enamorados del teatro los que lo hacemos y no nos importa, pero a mi en lo personal me estaba inquietando siempre, ¿qué hacemos en el teatro?, ¿qué hacemos en el teatro cuando el cine cuenta mejor las historias?, ¿cuando el cine se nos ha llevado el publico porque cuenta mejor las historias? y ya, muy recientemente se me ocurrió que contar una historia mediante imágenes finalmente carece de la profundidad que pueden dar las palabras y entonces por eso yo he vuelto a la literatura, al teatro como literatura, a esta profundidad, es decir el teatro como el lugar en donde se va a pensar, a tener una diversión de un nivel mas alto nada mas.

Entonces en esto me estoy basando ahora, este es mi aliciente para seguir haciendo teatro, es otra cosa que el cine a fin de cuentas, es un lugar en donde podemos interiorizarnos en las ideas, de manera como el cine no puede hacer porque prefiere la imagen plástica a la palabra”.



El jueves 30 de diciembre del 2010, a los 78 años de edad, falleció Héctor Mendoza en la Ciudad de México, el teatro mexicano, el teatro en México, han perdido a uno de sus más sólidos pilares.

El nombre de este extraordinario hombre de teatro está escrito con letras de oro en la historia del teatro mexicano.

Por: Salvador Perches Galván

ACTUAR. POR HÉCTOR MENDOZA.


Actuar por Héctor Mendoza.

Héctor Mendoza utiliza la Dialéctica o modo de enseñar que en un tiempo utilizó Stanilawski va dando paso a paso durante una farsa que emplea, las enseñanzas de cómo se debe de actuar.
En dicha farsa son dos personajes, el maestro y el alumno.

El maestro parece saber que su alumno recurrirá en cualquier momento a exponer lo que durante la clase del día tenían que resolver los alumnos; y este en particular, a pesar de la lluvia y a sabiendas que al maestro le molesta lo inoportuno en su descanso, ocurre a tratar de dejar en claro el tema .

El alumno frente al maestro expone la definición que por boca del maestro fue dada con anterioridad por Gene Krankel y que es la siguiente.


“La diferencia entre el vivir cotidiano y la actuación es la clase de estímulos a que reaccionamos “

Si reaccionamos a estímulos reales, simplemente estamos viviendo; pero si cambiamos el carácter de los estímulos, si los trocamos de reales en ficticios y reaccionamos a ellos entonces se puede decir que estamos actuando. ¿Es verdad ‘?

Bueno, dice el maestro, es una buena definición, convengamos que es una verdad temporal.

Luego actuar es igual a reaccionar a estímulos ficticios, pero esta es una verdad digamos a medias.

¿Por qué?

Por que por el momento no tenemos otra definición mejor. Sin embargo hay que decir que existen estímulos internos y externos, reales y ficticios, pero todos ellos son estímulos con que el actor reacciona o al menos parece reaccionar al estar actuando; los estímulos externos pueden ser objetos, palabras gestos , acciones que llegan a nosotros.
Los estímulos internos son todas las ideas que se nos puedan ocurrir, pudiendo asociar imágenes, recuerdos. No es necesario tener algún objeto real para actuar como si realmente lo tuviera.

A esto le llamó Stanilawski “La creencia escénica.

Por último y después de hacer algunos ejercicios entre el alumno y maestro, dan por buena la definición que plantearon al principio, pero agregándole o mejor dicho intercalándole la palabra “activamente, quedando de momento, al menos: Actuar es reaccionar activamente a estímulos ficticios.

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